Libros cristianos

¿QUÉ QUIERE DIOS DE MÍ?


Después de una de las terribles batallas de la Segunda Guerra Mundial, se halló un papel entre los pocos efectos personales de uno de los soldados muertos. Escritas en el papel estaban las siguientes palabras, originalmente en forma de poesía:

“Mira que nunca te he hablado antes, Dios, por cuanto me habían asegurado que no existes. Y yo, como un tonto, lo creí. Pero hoy sí que te quiero saludar. Porque anoche, desde esta trinchera donde estoy, vi tu cielo y me di cuenta que me habían mentido. Y si me hubiera preocupado mucho antes de mirar las cosas que tú has hecho, mucho antes me hubiera dado cuenta de esa mentira.

Me pregunto, Dios, si estarías dispuesto a darme la mano. Tengo la impresión que sí. ¡Qué extraño que tuviera yo que venir a este lugar infernal para poderte contemplar!

No tengo mucho más que decirte, sólo que me alegro mucho, Dios, de haberme encontrado contigo hoy. La hora cero para la batalla se acerca. Pero ya no tengo miedo sabiendo que tú estás cerca.

Ya están dando la señal y me tengo que ir. Seguro que va a ser un combate terrible. Y yo - ¿quién sabe? – tal vez me presente ante tu casa esta noche. Y aunque no haya sido muy amigo tuyo hasta ahora, ¿me esperarás a tu puerta, Dios? Mira que me saltan las lágrimas. ¡Yo... llorando! Ojalá que te hubiera conocido hace años. Pero ahora que te he encontrado, no me asusta la muerte”.

Según un compañero suyo, este soldado había sido de toda la vida un elemento bastante duro, y le sorprendió mucho ver cómo, según escribía, las lágrimas corrían por sus mejillas. También dijo que ni él, ni el compañero muerto, jamás habían oído una clara explicación del mensaje del Evangelio, lo cual explica por qué su conversación con Dios resulta tan elemental.

Sin embargo la experiencia de ese soldado anónimo de la Segunda Guerra Mundial, ilustra y contesta la pregunta con la cual hemos comenzado. ¿Qué quiere Dios de ti? Sencillamente, querido lector, Dios te quiere a ti. Te quiere tal cual eres. Quiere que le busques de todo corazón; que le reconozcas como tu Creador y Salvador, y que te rindas a Sus pies. Así lo dijo hace años por boca de su profeta Isaías:

“Buscad al Señor mientras pueda ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Señor, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:6-7).

Hoy tú, con más conocimiento de causa de lo que tuvo ese soldado – si es que has leído con atención las páginas de este librito hasta aquí – podrías volver al Dios que te hizo, te ama, y pagó un alto precio por ti. Y en el nombre de Jesucristo su divino Hijo, quien murió en la cruz por todos tus pecados, miserias y rebelde corazón, podrías comenzar a vivir, rindiéndote a sus pies, porque...

“Esta es la Vida Eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien has enviado” (San Juan 17:3).

Terminamos con las palabras de una bella poesía que lo dice todo:

Fui creado para Ti,
Y para glorificarte a Ti,
En cada situación, poder darte las gracias.
Creado para amarte,
Creado para rendirme a tus pies,
Y obedecerte, oh Dios,
Fui creado para Ti.

Redimido para Ti,
Por tu sangre vertida por mí,
En esa vergonzosa cruz donde moriste.
Tuyo para siempre,
Tuyo para ser tu siervo fiel,
Ya que pagaste, oh Dios,
Tal precio para mí.

Busca al Señor hoy, de todo corazón, y comienza a vivir.

Una de las características esenciales del ser humano es que somos seres pensantes, con cerebros que resultan ser los mecanismos más complejos que existen en todo el universo... Más complejos aún que las inmensas galaxias que surcan los espacios celestiales a nuestro alrededor con sus billones de estrellas.

Pero una de las tragedias más grandes de nuestro mundo moderno es que muchísima gente ha dejado de pensar. Llenan sus vidas con pequeñas rutinas y trivialidades, y nunca se preocupan de reflexionar sobre las cuestiones realmente grandes de la vida.

Este pequeño libro se dirige, en primer lugar, a esa minoría de personas que todavía piensan, con el fin de comenzar a contestar Siete Preguntas de tan vital importancia, que salir de este mundo para el más allá sin resolverlas, sería la locura más grande que uno podría cometer.

Y si por añadidura estas páginas sirvieran para despertar el interés de alguno que hasta ahora no ha pensado sobre estas cuestiones, esto sería doblemente gratificante. Quiera Dios que sí.


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"¿Qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo" (Hechos de los Apóstoles 16:30-31)
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